Septiembre es como una tarde de domingo, nostálgica y esperanzadora. El verano, al igual que el fin de semana, es rebelde de la rutina, pese a que el laboro no cese o los problemas no desaparezcan. Septiembre siempre es transición, nunca propio y nunca ajeno del todo. Las calles vuelven a llenarse de gente que todavía se despereza tras el calor, que todavía se frota los ojos para salir del letargo. El otoño va llegando, lentamente, de su mano, abriendo las puertas a nuevos proyectos y a las miradas puestas en el próximo estio. Así también, las tardes de domingo devuelven la realidad del lunes, mientrás añoran a sus compañeras del viernes. Pero, aún así, son los momentos más productivos, donde reina el análisis y nacen las ganas para encarar lo que se avecina.
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