Navegando por el Estigia

Cerbero nos da paso y Caronte nos espera. ¿Traes tu moneda en la boca? Aquí, en el Hades, la vida es más tranquila. Los pensamientos fluyen, locos, sin principio ni fin, sin pies ni cabeza, bastante tienen con guardar la compostura al otro lado de la morada.

viernes, abril 30, 2004

La sequía es "algo" que nos afecta a todos. Los campos sufren sin ver el agua derramarse entre sus tierras, sin notar el frescor que barre las impurezas y trae la vida a las nuevas semillas. Así también, los humanos padecemos el estiaje, esa temporada que los refraneros antiguos gustan en llamar vacas flacas.
Sin embargo, los abundantes aguaceros también provocan estragos, y las viñas se resienten anegándose con las lluvias, perdiendo la vida que el elemento les había proporcionado.
Yo no sé si lo que sufro es una sequía o un inundación. El compromiso adquirido conmigo misma, y con los que os acercáis hasta este pequeño punto de la infinita telaraña, parece haber adormilado mis dedos, mi cabeza, mis palabras. Me resulta complicado encontrar esa semilla que plantar en este ejido, y, así, me encuentro hablando del efecto que no sé que sufro.
Pudiese ser sequía, y mis pensamientos padecen las quemaduras de un sol de justicia, o, tal vez, sea tal la cantidad de ideas que quiero reflejar en formato HTML que ni tan siquiera puedo llegar a verlas, y siguen revoloteando por encima de mi mirada sin darles alcance.
Sea cual sea mi estado, aquí está, conmigo y con vosotros.

jueves, abril 29, 2004

¿Fronteras a la locura? Me pregunto si este estado es acotable. Tal vez primero debería cuestionarme sobre si realmente es un estado del hombre, y no una capacidad inmanente de éste, algo que siempre existe aunque no siempre salga a la luz. Descartado este primer interrogante por su complejidad, vuelvo al segundo, a esa necesidad humana de limitar todo aquello de lo que toma conciencia. ¿Deberían tener las empresas salas de locura al igual que ya poseen salas de descanso, de lectura o de fumadores? La locura estimula la creatividad, eso creo, pero no estoy muy segura de si esta última no existe sin la primera. Quiero pensar que sí, aunque desee que no.

miércoles, abril 28, 2004

Esperé a que las gotas comenzaran a besar las aceras para lanzarme a recorrer las calles, para bajar al encuentro con la ciudad, para sumirme en el letargo del paseo tranquilo en un día plomizo.
Las gentes corrían a los portales y apenas quedaba un alma perdida alternando los pies por las desoladas rúas: la mía.
El sol invita al disfrute, a la vitalidad, a la búsqueda incansable de una diversión momentánea, de una felicidad infinita.
La lluvia, en cambio, proporciona el sosiego, el pensamiento, el encuentro solitario donde nada espera y todo fluye, como el agua que choca silenciosa contra el suelo y huye al refugio de las alcantarillas.